Qué curiosas son las palabras. A pesar de lo que en sí denotan su significado, están las connotaciones lógicas, pero también son fruto muchas veces de maniobras insidiosas que no logras subvertir su etimología y las propiedades específicas del lenguaje y sus reglas, gracias a la manipulación ideológica cada vez más evidente.
Y con los números, otro tanto.
Como ejemplo, veamos este uso mañoso de ambas cosas. A un año de la inicua ley del aborto, los números oficiales (es decir, de los mismos promotores de esa sentencia) no dejan duda sobre las mentiras -ya entonces denunciadas- pero repetidas inescrupulosamente aquí en todo el mundo durante la promocionada campaña de las verdes.
Sin la más mínima prueba, se hablaba y remachaba desde todos los medios posibles, sin el más mínimo rigor probatorio, que en la Argentina había 500.000 abortos clandestinos por año.
De acuerdo a lo publicado oficialmente en estos días la cantidad de niños abortados serían unos 100.000. Cifra igualmente escalofriante, sin duda; pero indubitablemente reveladora de que la manera deliberadamente maléfica de llegar a semejante imposición de la ley tuvo en su raíz la falacia y la mentira a sabiendas como herramienta más utilizada por el gran engañador.
Desglosada esa cifra de muertes terribles. Vemos que en algo menos de la mitad de los casos fueron directamente manos humanas de aquellos a los que la consciencia aparentemente no los perturba y los demás a través del artilugio farmacológico que deja sola la mujer para autoinfligirse, muchas veces en su desolación y angustia, la tarea de desechar entre dolores y sangrados a su propio hijo. Y esto, como se ha visto en un caso tremendo reciente, hasta la muerte de la joven abandonada por la «profesional» que la indujo a tomar esa medida drástica.
Es curiosa en estas horas la prisa por excusar la diferencia. Pero la falsedad ya quedó al descubierto.
DESAPARECIDOS
Es la palabra que sólo está permitido usar actualmente en un único sentido.
Pero, ¿entonces quién hizo desaparecer como por arte de magia el ochenta por ciento de los abortos clandestinos blandidos como bandera irrefutable por organizaciones perfectamente dirigidas, por instituciones políticas, por mujeres presuntamente autoconvocadas con sus flamígeras consignas y sus oscuros ritos incendiarios?
No parece casual que, desde sectores muchas veces estrechamente vinculados, se adviertan idénticas metodologías.Mentir los muertos, acuñar cifras redondas hasta grabarlas a fuego en la sociedad y, en el medio hacer girar la rueda de los millones que sin control ni derecho a revisión, van a parar a fundaciones, organismos oficiales gubernamentales o no gubernamentales creados ad hoc y a tantos cómplices «humanitarios».
Bastará con decretar que son decenas de millones, centenas o decenas de miles o cualquier otra cifra surgida de las usinas ideológicas, las víctimas aludidas en la mentira inventada e impuesta, para que el sólo hecho de cuestionar los números baste para la fulminante e inapelable condena latae sententia por el delito, sólo tipificado en la ley de lo políticamente correcto, a los reos que se atreven a negar o únicamente a dudar de ese diktat implacable.
Penosamente, a tales extremos se ha llegado por la mediocridad, la condescendencia, la falsa tolerancia, el interés, el miedo, la ausencia o el silencio de tantos que, renegando del cumplimiento de sus juramentos, ya profesionales, políticos y aún de sus ministerios sagrados, dejaron solos a los que poniendo el pecho salieron a las calles y alzaron su voz clamando al cielo en defensa de aquel don innegable y primero a la vida.
Por Juan Martín Devoto.
Fuente: Diario La Prensa