A 30 años del 3 de diciembre de 1990.

Un grupo de ciudadanos – civiles y militares – que participaron en el Pronunciamiento Cívico-Militar que encabezara el coronel Mohamed Ali Seineldin en 1990, lo recordó con una misa al cumplirse 30 años del mismo en el cementerio de la Chacarita, donde descansan sus restos.

Asistieron más de quinientas personas y luego de la ceremonia religiosa se dio lectura a un documento, del que nos ha hecho llegar copia. Lo firman – entre otros – por los ex mayores Hugo Abete, Jorge Mones Ruiz, Pedro Mercado y Adrián Romero Mundani, por el ex capitan Gustavo Breide Obeid, y por los señores Nicanor Villafañe Molina, Patricio Videla Balaguer y Enrique Graci Susini.

En él, se exhorta a establecer un “orden justo y cristiano en una Patria soberana”. Y finaliza con la heroica exhortación del soldado Hermindo Luna ante el ataque a su Regimiento, el 29 de Infantería de Formosa, por elementos subversivos marxistas: «AQUI NO SE RINDE NADIE, MIERDAS».

Tal documento dice así:

“MENSAJE A 30 AÑOS DEL 3 DE DICIEMBRE DE 1990”

“Ante la grave situación actual, quienes hace 30 años participamos del Pronunciamiento del 3 Dic 1990 recordamos a un grupo de jóvenes oficiales y suboficiales del Ejército Argentino y de la Prefectura Naval, acompañados por amigos civiles comprometidos con la Patria, que nos pronunciamos por la dignidad del pueblo argentino y el honor de nuestras Fuerzas Armadas.

Recordamos a nuestros muertos, Coronel ROMERO MUNDANI, Sarg VERDES Y Cabo Primero MORALES; a los hombres del Ejército Argentino, de la Prefectura Naval y civiles caídos en aquella jornada; a los encarcelados y exiliados por dicha Causa y la memoria de todos quienes dieron su vida en defensa de la Patria.

Y recordamos a nuestro Jefe, el señor coronel Mohamed Alí SEINELDÍN, quien fue capaz de ver, ante la irresponsable complacencia de muchos y la complicidad de otros, cómo se gestaba la entrega infame a la que se nos llevaba; a una nueva claudicación frente al inglés plasmado en los Acuerdos de Madrid, que nos fijó condiciones de país rendido en guerra y el sometimiento a las “relaciones carnales” impuestas por los poderosos de la tierra.

No sólo se desmanteló el sistema de defensa y seguridad de la Nación. Se enajenó el patrimonio nacional a precio vil dando paso a un sistema venal y perverso desde el más alto sitial de la República, siguiendo por todos los estamentos y sectores que ayudaron a consumar la obra. Callaron los representantes del pueblo y los jueces de la Nación. Y se dio inicio a una etapa de la historia de los argentinos signada por la corrupción, la frivolidad y el escándalo como nunca antes visto.

En nuestro país se introdujeron cambios culturales que destruían la idiosincrasia y el espíritu de la Nación. Se sujetó la ciencia y tecnología y el sistema de producción para la defensa al control permanente de Gran Bretaña y su aliado chileno. Se continuó la política ideologizada de derechos humanos, cuyo objetivo es la degradación y desnaturalización de las FFAA, de Seguridad y Policiales, y el quiebre de la alianza histórica entre el pueblo y su brazo armado.

Aquellos que debían procurar el bien común, optaron por engrosar su patrimonio personal con dineros mal habidos; quienes desde la iniciativa privada debían sostener al empresariado nacional, se entregaron a una especulación sin patria ni bandera; quienes decían defender la dignidad de los trabajadores y ser su voz, prefirieron llenar sus bolsillos…

Muchos callaron cuando debían haber reclamado con indignación; muchas rodillas se doblaron ante la seducción de un mundo que ya se encaminaba hacia un nuevo orden y no ante Dios, fuente de toda Razón y Justicia.

La derrota circunstancial del 3 de Diciembre de 1990, fue también la derrota de la Patria; la derrota de quienes eran capaces de imaginar y luchar por un destino común de grandeza, de libertad y de paz verdadera; por un orden justo asentado en una Nación soberana, fundada en el trabajo, el esfuerzo, la inteligencia, el mérito, el ejemplo de sus dirigentes y la voluntad y nobleza de los argentinos.

Quienes nos mantuvimos de pie enfrentando la adversidad, afirmamos que no estamos vencidos y que nuestra voluntad está intacta, porque se sostiene sobre el honor, y el honor reclama que el Alma viva y luche como si todo dependiera de nuestro sacrificio y ruega al cielo porque todo depende de Dios.

Hoy, en medio de esta pandemia, un ejemplo de la guerra bacteriológica de la que nos hablaba el coronel SEINELDIN desde la cárcel, vemos también como se avanza en la instalación del plan del nuevo orden mundial. Varias organizaciones quieren imponer su agenda contra natura y con tenacidad buscan introducirla en nuestro país. Aborto, eutanasia; eugenesia; esterilización; ideología de género, etc. A los argentinos nos toma sumidos en crisis y en ruinas. Desde hace años se extravió el rumbo que nos guiaba hacia la grandeza de nuestra Nación y la felicidad de su pueblo.

Hemos dejado de ser una comunidad que mira hacia adelante con esperanza y ansias de superación para quedar esclavizados en lo peor de nuestro pasado; ya no se vela ni protege a sus compatriotas; no se les brinda un futuro mejor a nuestros jóvenes para que vuelquen su energía y sus sueños en esta tierra y se los expulsa; no se privilegia la cultura del trabajo como estímulo a la dignidad personal, motor de crecimiento y prosperidad; tampoco encuentra el ejemplo de hombres y mujeres virtuosos a seguir.

Fracturados y enfrentados, junto con el rechazo a nuestra historia y tradición, hasta el poema nacional se olvida: debemos reconciliarnos para que sea ley primera la unión entre hermanos, porque peleándonos nos devoran desde afuera y desde adentro. Y esa unión verdadera debe impulsar a nuevas y verdaderas dirigencias, para que vuelvan a ser faro y guía de un pueblo que necesita de su lucidez, de su capacidad y de su energía para sacar esta empresa común adelante y recuperar la vergüenza perdida, pisoteada por quienes desde hace años se han empeñado en destruir a la Nación en sus esencias.

No son los números de una economía devastada o los índices de desempleo, pobreza, analfabetismo, inseguridad, etc., los que más alarman, sino aquellos que no pueden cuantificarse: la crisis moral y espiritual que lleva a la corrupción como sistema; el vaciamiento cultural y la falta de sentido patriótico y respeto a ese legado histórico que siempre fue una fuente de distinción e inspiración.

Este aislamiento obligatorio que nos ha recluido durante el 2020, nos disgrega como pueblo y encuentra a quienes deben ser sus líderes enfrascados en sus propias miserias e inoperancias. Cada uno busca traer agua a su molino, ignorando el dolor y sufrimiento de quienes han perdido todo, o casi todo. No han tenido el pudor de bajar sus prebendas y en lugar de mostrarse humildes y sensibles ante el dolor y la miseria en la que viven muchos compatriotas, exponen con egoísmo y mezquindad su rostro más siniestro y pusilánime.

Quienes juramos por Dios y por la Patria seguir a nuestra bandera y defenderla hasta perder la vida si fuera necesario, no podemos estar impávidos ante la indefensión de la Nación, con fronteras cuya porosidad facilita la proliferación del crimen organizado, del narcoterrorismo, tráfico de armas y trata de personas y llega hasta nuestras calles y hogares sumiéndolos en el peligro y la inseguridad.

La Soberanía del Estado Argentino se discute y se avasalla en el Sur Patagónico a través de organizaciones subversivas disfrazadas de “pueblos originarios” y con apoyo y complicidad de funcionarios públicos. Han superado la insurgencia, porque no reconocen autoridad, ni símbolos, ni respetan la vida, la propiedad o las reservas naturales comunes, echando con violencia a los verdaderos dueños, todos ciudadanos argentinos, ante la inacción e inoperancia de gobiernos y fuerzas del orden.

Tenemos en nuestro territorio una base extranjera de una potencia mundial cuya función se desconoce y donde nuestro Estado Nacional no tiene injerencia alguna. Ninguno de los últimos gobiernos ha cuestionado esta presencia, que expone a nuestro país a ser blanco nuclear ante cualquier disputa internacional.

Argentina ha perdido el dominio y control de su espacio aéreo, terrestre y marítimo. Y esto no sólo afecta la defensa nacional, sino que tiene consecuencias en todos los órdenes: en nuestros derechos soberanos; en el ejercicio pleno de la autoridad legal; en lo económico; en la preservación y uso sustentable de nuestros recursos, no sólo para el presente, sino como fuente de reservas para las futuras generaciones de argentinos.

Por ello decimos que el orden jerárquico que nuestros próceres defendieron e impusieron, invocando la protección Divina y entronando a Nuestra Santa Madre como patrona y protectora de nuestro Pueblo, para hacer de este suelo una Nación, es el que hoy falta entre nosotros y nos reclama restaurar las cosas en el Bien Común, en el Orden Natural, en suma en Cristo, verdadero Fundamento y roca firme sobre el que debe edificarse nuestra Patria.

Quienes participamos y recordamos el 3 Dic 1990 y hemos dado un pequeño testimonio en las páginas de nuestra historia, mantenemos nuestra Fe y la convicción en la causa que nos ha convocado desde siempre. Queremos mirar hacia adelante con la Esperanza viva de un pueblo que supo hacerse Nación en gestas bravías. Que abrió su corazón noble para liberar a repúblicas hermanas y que supo acoger con solidaridad a inmigrantes que escapaban del horror de la guerra y la hambruna. Una Nación sinónimo de pujanza, talentos y oportunidades. Un pueblo en el que jamás hubo diferencias por raza, religión o condición social.

En estos tiempos de confusión y tribulación, donde el progresismo sólo promueve una cultura de la muerte y desesperanza, cuyos ejemplos más elocuentes se dan en los extremos del ser humano, porque niegan la vida desde el instante mismo de la concepción y quieren eliminar a los ancianos porque son una carga para el “sistema”, alzamos nuestra voz. Como el grano de trigo que en la tierra muere para dar fruto, aspiramos a que nuestro mensaje sea simiente enraizada en suelo argentino y que, al tiempo, cuando el Señor así lo quiera, renazca el espíritu de esta Patria grande y generosa; la de San Martín y Belgrano; de Hernández y Lugones; de Seineldín, Estévez, Cisneros y Poltronieri, y también del bravo soldado formoseño Hermindo Luna, cuyo grito sigue siendo una arenga y un deber: AQUÍ NO SE RINDE NADIE, ¡¡MIERDAS!!”

Grupo República.

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