Buenos Aires, como ciudad de privilegio.

Me he permitido tomar el título del folleto que sus ex alumnos en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay publicaron como homenaje después de la muerte de mi tío abuelo Luis Esteva Berga, conocido abogado de la ciudad y profesor de historia, para mostrar cuánto atrasa el reloj cultural del Presidente de la República. La edición de la Biblioteca Popular local data de 1935, pero sintetiza las enseñanzas impartidas a sucesivas generaciones desde años anteriores. Generaciones donde se destacaron estudiantes como Arturo Sampay, constitucionalista que lo recordaba siempre.  

Que el soi-disant profesor Fernández se avergüence ahora de su ciudad natal parafraseando sin referencia a Sarmiento como “el más provinciano de los porteños” no le quita responsabilidad a un eterno funcionario respecto de la desigualdad entre capital y provincias que pretende denunciar; pero lo ubica bien en la cola de los obsecuentes  de su vicepresidente, que se ha quejado con dureza por la lozanía de los helechos de la ciudad del puerto. ¿Será la demostración sentida y hasta  quizás re-sentida de una nativa de La Plata, esa capital provincial con perfiles alfileños y gusto a nada?

Está claro, el problema de la desigualdad creada por la capitalización de Buenos Aires ya no era nuevo dos generaciones atrás y la que nos precedió (Marcelo Sánchez Sorondo, Raúl Scalabrini Ortiz, Ezequiel Martínez Estrada) lo planteó bajo todos los matices con la seriedad necesaria. Pero eso no significa que se haya resuelto, porque la capitalización dejó a la provincia sin su verdadera cabeza y a la ciudad sin responsabilidad frente a un territorio al que hubiera podido equilibrar. Conocemos el resultado y es ocioso que nos lo recuerde quien se ha beneficiado con esa disposición irregular de fuerzas que provoca, como en los ríos sucios, que lo más desgraciado se amontone en las orillas.

Si este profesor sin carrera docente, al decir de quienes conocen el métier desde dentro de la Facultad de Derecho aunque él manifieste que ha ganado concursos, tuviese siquiera remota intención de enderezar las cosas, tendría que empezar por denunciar cómo un sistema electoral centralista y cegador -negociado con las ambiciones provincianas por un tercer cargo senatorial durante el “Pacto de Olivos” de Menem y Alfonsín- ha perpetuado no sólo el unitarismo sino también el monopolio de la representatividad en manos de los partidos políticos y a expensas de sus manejos.

Sin duda, con todo el territorio a cargo, Buenos Aires ciudad hubiera tenido que desarrollar con armonía la provincia, atrayendo a la población hacia los pueblos del interior, a la vez que reduciendo la avidez financiera parasitaria de “las veinte manzanas de la city” -como apuntaba la inteligencia del lúcido rector de la Universidad de Entre Ríos, Luis Alberto Barnada, cuya importante obra la “democracia” se ocupó en ocultar-, que se hubiesen debido dedicar a producir. 

En efecto, hoy la pandemia lo pone dramáticamente de manifiesto, se ha ido desarrollando una diferencia irritante entre la “opulencia” de la ciudad de Buenos Aires y la sórdida miseria del Partido de La Matanza. Al paso que vamos este Gobierno, al que la democracia matancera aseguró el triunfo electoral, va a saber ubicar a la CABA -inseguridad y usurpaciones mediante- en el suburbano nivel que tendrá que aprender a conocer.

Hugo Esteva.

Fuente: Diario La Prensa

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