Del consenso a la complicidad (una delgada línea roja)

Es muy fina la línea que separa al oficialismo del sector dialoguista de la oposición, cuyos integrantes reciben el apodo de palomas. (En verdad, también nos cuesta ver verdaderos halcones que se planten ante este gobierno, que ya supera en patetismo a los de la imaginación caribeña de García Márquez). Hace un tiempo, sostuvimos en estas columnas que la grieta que divide a los argentinos no es de índole política sino estrictamente ética. Dijimos también, que el reclamo social de transparencia -aunque apunta especialmente a los gobiernos K- alcanza a la casta política en general. En otras palabras: la gente no quiere que se la robe más.

De ese reclamo debe hacerse carne la oposición, enfrentando frontalmente a un gobierno cuyo fin primordial es la impunidad de Cristina y de sus enriquecidos adláteres. Los cuales, dicho sea de paso, uno a uno, han conseguido gozar de lujosas prisiones domiciliarias, cuando no, de la reducción de sus condenas por absurdos cursos de reeducación.

Flojera judicial que no hubiera sido posible, si los opositores hubieran puesto, por sus condenas, el mismo énfasis que puso el oficialismo en lograr su libertad o su impunidad. A fuerza de pobladas marchas, Blumberg consiguió que se modificara el Código Penal. Hubieran bastado algunas, para poner coto a este escándalo judicial. ­

Veamos algunos ejemplos de mal entendida coexistencia que han asumido, recientemente, algunos dirigentes de la oposición.  La ex gobernadora Vidal, dijo, suelta de cuerpo, que chatea con Máximo Kirchner, encumbrado adalid -y directo beneficiario- de la impunidad. Que Vidal calificara de institucional a ese diálogo, no emparcha el deterioro que, lógicamente, sufrió su imagen. 

Por su parte, el senador Lousteau dijo, ante las cámaras de televisión, que no encontraba objetable el nombramiento como Ministro de Defensa de Jorge Taiana, quien jamás se disculpó por los crímenes y los cobardes atentados de Montoneros, en cuyas filas militó. ­

No encontró Lousteau mejor argumento que afirmar que, en sociedades maduras, antiguos enfrentamientos habían sido superados, citando lo casos de Mandela en Sudáfrica y de Mugica en Uruguay. No pudo encontrar ejemplos más inadecuados.­

Porque así como Mandela depuso viejos rencores y gobernó para todos, Mugica fue un ejemplo de austeridad y de decencia. Taiana, en cambio, integra un gobierno sectario y medularmente corrupto, que tan pronto reivindica la violencia guerrillera como enriquece a sus figuras a costa de las arcas públicas.

En esa línea de unilaterales prendas de paz, Rodríguez Larreta se ha desligado del pedido de juicio político al presidente que formularon algunos diputados de su coalición. No parece haber ponderado que la promoción de ese juicio es, además de un imperativo ético, un acto de rédito electoral.

Jugar a ser buenos con los que nunca juegan ese juego, es algo más que simple ingenuidad. La línea que la separa de la aquiescencia, es cada día más borrosa.­

Deberían los palomas considerar que el panorama del oficialismo es desolador. Y que el vallado de su relato no resistiría a quien lo enfrentara con decisión. Sin que esto signifique simpatía por sus figuras, valgan dos ejemplos claros: caudillos definidos como Alfonsín en 1983 o Menem en 1989, lo harían astillas.­

Por último -y aquí la enorme gravedad de todo esto- nadie puede ignorar que la prueba de amor que exigen los K, para convivir institucionalmente con cualquier otro frente o partido, es que éstos consientan la completa impunidad de su jefa. A los palomas, no parece importarles. Y los halcones de la probidad, no abundan. Veremos.­

Por Daniel Zolezzi.

Fuente: Diario La Prensa

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