“Malos en Perón; pero en mí, muy buenos” (Cristina K).
I.- En 1973, cuando Perón se aproximaba – simultáneamente – a su tercera presidencia y a la muerte, el aparato de su partido impuso la candidatura a vicepresidente de su mujer, Isabel Perón. De ese modo pretendía asegurar el legado ideológico del general, cuyo próximo fin estaba a la vista.
II.- El peronismo buscaba preservar sus posiciones de siempre, amenazadas por las huestes de izquierda que se habían infiltrado en su seno. Estas querían convertirlo en una copia de la revolución cubana y hablaban del “socialismo nacional”. Lo que sonaba muy mal, en un movimiento cuya cantilena había sido, por décadas: “ni yanquis ni marxistas, peronistas”
III.- A esa izquierda, que, para camuflarse, usurpaba un nombre de raigambre federal – “Montoneros” – nada le resultaba menos revolucionario que tal “verticalismo”. Esto es, la continuidad de la línea política de Perón, para cuando él ya no estuviera. Igualmente censurable le parecía la elevación a la vicepresidencia de Isabel. Todo ello tenía, a sus ojos, carácter dinástico y reaccionario, incompatible con su proyecto socialista
IV.- Así fue que, en 1974, se alejaron del peronismo y retomaron oficialmente la vía armada para la conquista del poder. Todo lo cual tuvo lugar durante el gobierno constitucional, ya presidido por Isabelita. Eso sí, quien los había echado de la Plaza de Mayo, determinando su pase a la clandestinidad, había sido el mismo Perón, el 1° de mayo de ese año.
V.- (Aquí, vaya una reflexión que, siendo colateral a nuestro tema de hoy, hace al núcleo de lo que nuestro país está viviendo. De no haber sido por el golpe del 24 de marzo del 76, los montoneros nunca hubieran podido volver al peronismo. El hecho de enfrentar a un régimen de facto, que había derrocado al gobierno justicialista, les permitió volver a infiltrarse en ese partido, con los resultados siniestros que están a la vista).
VI.- Actualmente, los sobrevivientes de aquella izquierda no son muchos. Y lucen aburguesados. Súmese a ello, que las nuevas generaciones – que se dicen sus herederas – se sienten más cómodas asaltando directorios y organigramas estatales que atacando cuarteles. Contra lo que tantas veces cantó la JP, la sangre derramada fue negociada.
VII.- Todo ello indica que la casta que nos gobierna, transida de corrupción, no piensa socializar los medios de producción, como algunos temen. Sí, en cambio, ha dado a luz una nueva oligarquía de amigos y de testaferros, que, para peor, se amamanta de las ubres estatales (a las que todos contribuimos). Cuando los choferes o los secretarios del matrimonio K, lucen fortunas millonarias en dólares, no se está en la búsqueda de una “patria socialista”. Se está, lisa y llanamente, ante una casta mafiosa que inventa un “relato” que le sirva de coartada.
VIII.- Que se ocupen campos o fábricas, mientras no sean las propias, está bien. Que para ello se empleen tanto a necesitados en estado de desesperación, como a mercenarios bajo contrato, también vale. Claro que, cuando las brevas estén maduras, y esas empresas pasen a manos de la plutocracia que nos gobierna, nadie podrá tocarlas. El que dude, que recuerde que el Congreso acaba de aprobar una moratoria hecha a medida de sociedades en quiebra pertenecientes a esos plutócratas. En otras palabras: “Con Lázaro o con Cristóbal, no se jode. Esa, es guita de la nuestra”. Y los mapuches, que ni se arrimen a los campos de esa muchachada.
IX.- Para que todo esto funcione, nada mejor que el verticalismo de Cristina impere en los tres poderes del Estado. Don Pelele de la Rosada, baila todas las melodías que le ordena su Titiritera. El Senado, es su feudo particular. Y su avance sobre la Justicia, a menos que la Corte sea capaz de un mínimo de coraje, parece ser irreversible. ¡Nada como el verticalismo de Cristina! El malo, era el de Perón. Ahora es otra cosa.
X.- Tampoco el nepotismo es malo, cuando es K, claro está. Si a Perón lo sucedió Isabel – y ello escandalizaba a los (entonces) jóvenes de la JP – hoy ya no es así. Lejos de poner el grito en el cielo, les pareció genial que a Néstor lo sucediera Cristina. Y, como este corrupto modelo debe perpetuarse, ya se proyecta que a ésta – es decir a su Pelele de la Rosada – lo suceda su hijo Máximo. Que todo quede en familia. La política les ha exigido ser realistas. El verticalismo y el nepotismo eran malos en Perón. Con estos muchachos, es otra cosa.
Por Daniel Zolezzi.