Ya no estaba bien. Eran sus años finales, y tantos años de campaña, habían mellado su entendimiento. Sufría delirios de persecución, y siempre estaba pendiente a posibles envenenamientos. Nadie tenía permiso de tocar su botella de agua y su comida era probada por un tal Robert, que se cercioraba que no estuviera envenenada. Y no te extrañase, que en medio de una cena, cambiara de improviso el plato de su comensal aledaño.
La «Casa Amarilla», en la Boca, era su lugar en el mundo. Allí, ya muy viejito, octogenario, deambulaba por sus vacías y desoladas habitaciones. La pérdida de su amada hija Elisa, lo había sumido en un indescriptible dolor, dolor que lo acompañaría hasta el final.
Cojeaba, y en sus años finales, usaba un bastón. Había sido herido en la Toma de Montevideo, en donde una cruel herida se le había llevado casi diez centímetros del hueso de la pierna.
Con ochenta años encima, ya cerca de la definición de su vida, recibió en su Casa Amarilla la visita del Almirante John Pascoe Grenfell, al que había conocido en Chile, cuando el inglés era asistente de Lord Cochcrane, y que por esas cosas cosas de la vida, se habían combatido cuando Grenfell sirvió a la Marina Imperial Brasileña, durante la Guerra contra el Brasil. Y lo más notable de ese encuentro, entre Brown y Grenfell, es que el inglés había perdido un brazo en un combate , en el que en el lado de enfrente estaba el irlandés. Dos caballeros del mar.
Y entre charla y charla, Grenfell le dijo que era lamentable que las nuevas Repúblicas fuesen tan ingratas con aquellos que habían luchado por su Libertad e Independencia.
El Viejo Bruno -así lo llamaba Juan Manuel de Rosas-, meditó un rato sus palabras, para luego contestarle:
“No me pesa haber sido útil a la patria de mis hijos, considero superfluos los honores y las riquezas, cuando bastan seis pies de tierra para descansar de tantas fatigas y dolores…”.
Ese fue Don William Brown, nacido irlandés, Prócer de la República Argentina, muerto hoy hace 164 años.
Javier Mundani Ozuna.
2 comentarios
Existe una antigua disputa, entre quienes combatieron. Unos sostienen que es de caballeros saludarse con quienes fueron enemigos. Otros sostienen que al hacerlo, se menoscaban las razones que motivaron la confrontación, el combate.
Nosotros con Inglaterra tenemos un estado permanente de guerra, reitero, permanente, por eso rechacé los saludos entre Argentinos e ingleses, luego de Malvinas, porque no fue un picnic, fue la ratificación de Nuestra Soberanía, ante el agresor inglés sistemático, que conspira contra nosotros desde antes de 1806 y 1807, desde el momento mismo del Descubrimiento de estas tierras.
¿Tiene honor y valor el que combate contra nuestra Patria, sea terrorista marxista, o soldado inglés?
Con el enemigo ni siquiera el saludo, mucho menos sentarse a conversar y compartir un ágape.
Los muertos en ambas guerras, contra la subversión y en Malvinas, no dieron sus vidas defendiendo los buenos modales, sino LA PATRIA, y a los balazos.
Creo haber suscripto a esa org. Reitero el hecho ante la duda de haberlo hecho de manera correcta.