Una vez más la educación ocupa las primeras páginas de los diarios. Ahora para tratar y destratar un proyecto de la Provincia de Buenos Aires que intenta evitar, con ampulosas e incomprensibles categorías, que los muchachos repitan el año.
A juzgar por sus resultados, quizás esto tenga algo que ver con los recuerdos juveniles del propio gobernador; pero lo cierto es que todos proponen variantes administrativas envueltas en vacío lenguaje que se autotitula pedagógico, aunque nadie se ocupa de que los alumnos aprendan. Para lo cual, en cambio, es preciso algo tan sencillo como que los profesores conozcan sus materias, que su saber los entusiasme y les provoque el afán de transmitir.
Nada nuevo: «Más que lo que el ternero quiere mamar, quiere la vaca darle de mamar», dice la legendaria cita del Rabbi Akiba, que encabeza la 10ª edición de Samson Wright’s applied Physiology, Oxford University Press, 1961.
IMPRESENTABLES
Pero esos maestros y profesores no abundan en un ambiente cada vez más regido por gremialistas impresentables. Encima apenas logran ganarse la vida, tanto en el ámbito público como el privado, corriendo de un lado a otro mientras su vocación ha dejado de ser moneda de cambio. Más, hay que ver la vulgaridad de las por otra parte ampulosas pautas oficialmente exigidas en los concursos y leer un típico curriculum vitae adaptado a ellas para conocer buena parte de la base de tanta mediocridad adocenada que impide la expresión natural de los mejores.
De modo paralelo, a la escasez de talento sigue la burocratización. Y eso provocó, que instituciones originalmente bien pensadas como el Conicet -ideado con patriotismo científico por Bernardo Houssay-; o la Coneau -que debió ser el organismo que vigilase la calidad de nuestras universidades- se hayan transformado en entidades rígidas, ramplonas, donde ingresa con premeditada facilidad la discriminación enemiga de toda tradición; esa que ejerce la peor ideología, con cero de ciencia y de cultura. O, para mostrar otro ejemplo, que instituciones públicas y privadas dedicadas a la salud vayan grotescamente dando prioridad a la dictadura administrativa a costillas de las necesidades de los enfermos que se supone deberían atender.
Tampoco esto es un hallazgo argentino. Siempre recuerdo que, a comienzos de este siglo en Marsella, un destacado profesor comentó como al pasar que en la Université de la Meditérranée no se podía hacer nada sin contar con el aval de les corses: los ordenanzas y auxiliares venidos de Córcega, decisivos influyentes agremiados. Tal como se conocía genéricamente entre nosotros bajo el apelativo de gallego a todo empleado de maestranza del Colegio universitario -aunque fuera correntino o catamarqueño- dado que los iniciales provenían de esos pueblos españoles, primo tras primo, amigo tras amigo.
Ese sistema que fue virtuoso, hoy deformado y lleno de poder, está dominado por sindicalistas e ideólogos nativos: se llama Apuba y manda en la Universidad porteña a despecho de los docentes.
Por Hugo Esteva.
Fuente: Diario La Prensa