Fue el día del encuentro del pueblo argentino con su conductor, el del nacimiento de un proyecto nacional para todos; un proyecto de soberanía, independencia, justicia.
Fue el día que Raúl Scalabrini Ortíz describió cómo «El subsuelo de la Patria sublevado». Pero fue una sublevación en paz. Una paz solo alterada por el asesinato de Darwin Passaponti, de solo 17 años, desde las ventanas del diario «Crítica».
La fecha se recordaba y celebraba todos los años; daba gusto festejar la nacionalización de la economía, la dignificación del trabajo, la organización de la Comunidad.
Sin embargo, un día, recordar la fecha se convirtió en delito; y para reivindicarla había que tener ideales, gratitud y cojones. Había que estar dispuesto a caer preso por pintar las paredes, por gritar el nombre de Perón en las calles. Y había que soportar lo que viniera con la cárcel. No nos gustaba mariconear ni quejarnos. Se militaba y se rascaban los bolsillos para poner nuestra plata para comprar pintura o para reproducir un panfleto.
Este 17 de Octubre los peronistas de verdad celebrarán junto a otros compañeros, en algún sindicato, o en soledad la virtud de la Lealtad a un hombre, sí, pero más que eso, a la Causa permanente de la Patria.
En la Plaza de Mayo sólo se montará el espectáculo de una caricatura, de una farsa a la medida de quienes traicionaron a Perón, a la Patria y al pueblo argentino.
Por Enrique Graci Susini.