Robó como nunca se habia robado en nuestra Patria. Con el dinero que caía de los bolsos se hicieron millonarios funcionarios, cómplices empresarios, secretarios, jardineros y todos los que tuvieron pasta de lacayos. No se hizo una sola obra pública sin sobreprecios.
Se cumplieron diez años de la muerte de un individuo cínico, perverso, astuto, ambicioso y profundamente inmoral.
Si busco en la memoria cuáles pudieron haber sido los logros, para los argentinos, de su gobierno, o de los años en que ejerció su liderazgo, me cuesta encontrar algo que pueda calificar positivamente.
Desde sus comienzos en la actividad política se pudo ver su pragmatismo, esa aptitud para mimetizarse con quienes pudieran servirle para acumular poder y riquezas.
No descubrió el «curro» de los Derechos Humanos hasta que decidió pactar con la izquierda -con Verbisky- para lograr la impunidad que epodrían darle las sectas de «madres», «abuelas», «hijos», «tías» u otros corifeos habituales de esa misma calaña.
Antes, cuando todavia afirmaba que el rapaz Carlos Menem era el presidente más grande de la historia argentina, nunca encontró un minuto para presentar un recurso de Habeas Corpus a favor de quienes más tarde le permitirían lucrar desenfrenadamente. Por cierto, la exitosa abogada sin pleitos lo acompañó en la ejecución de deudores y en la pasividad para sostener derechos ajenos.
Cuando alcanzó la Presidencia de la Nación sus nuevos cómplices, guerrilleros y asesinos jubilados, le dieron la hoja de ruta: había que anular leyes, cambiar la Corte Suprema para modificar su jurisprudencia, había que anular la amnistía dictada, había que sancionar leyes penales más gravosas para aplicarlas retroactivamente a quienes combatieron la subversión.
Y tuvo cómplices para todo, en la justicia, en el Poder Legislativo.
Robó como nunca se habia robado en nuestra Patria. Con el dinero que caía de los bolsos se hicieron millonarios funcionarios, cómplices empresarios, secretarios, jardineros y todos los que tuvieron pasta de lacayos. No se hizo una sola obra pública sin sobreprecios.
Llenó una administración pública que ya estaba saturada con una cuota adicional de inútiles. Junto con su mujer jubilaron a quienes no habían aportado nada y repartieron subsidios a la marchanta.
Regalaron dinero a quienes habían traicionado a la Patria, a los argentinos.
Durante su gobierno se pulverizó el autoabastecimiento energético y se desquició el sistema de tarifas públicas y se destruyó lo que quedaba del Estado Nacional para enriquecerse aún más.
Para él las instituciones, las leyes, la palabra empeñada, la lealtad, las promesas eran sólo instrumentos para engañar u obstáculos que debían ser vencidos.
Fue el jefe de una mafia y quienes no estaban ya corrompidos se envilecieron a su lado.
Dejó en el poder a su socia principal, una señora con serios problemas psíquicos – que alguna vez saldrán a luz – y con una inagotable capacidad de odio, que la lleva a humillar, incluso, a todos quienes que la sirven. Entre ambos prepararon a su hijo para consolidar la sucesión de una monarquía de taifas.
Nada le debemos los argentinos más que calamidades y una cuota importante del dolor presente.
Para salir de este fango la lucha deberá ser tenaz, heroica. Y habrá también que implorar la ayuda de Dios, fuente de toda razón y justicia.
Enrique Graci Susini.