Las encuestas que han circulado en las últimas semanas mostraban cómo la mayoría de la población argentina rechaza la legalización del aborto. Las hubo que llegaban a cifras superiores al 60% de los encuestados en distintos puntos del interior del país (Opinaia). Mientras, en el conjunto, siempre son claramente menos los que apoyan el aborto (Poliarquía). Sólo un par de medios claramente encolumnados tras el kirchnerismo invirtieron los resultados. Pero los supuestos representantes del pueblo, diputados y senadores, han votado contra la voluntad de sus representados.
Ha habido incluso quienes lo hicieron en contra de sus declaradas convicciones para llevar agua del poder a sus molinos locales. Dejando de lado el mensaje de Dios -o de la Naturaleza, para quienes no quieran creer- hacia la ciencia de nuestros racionalistas siglos XX y XXI, desconocieron la clara protección de la vida nueva que implica el inmediato bloqueo de su membrana por el óvulo maduro, ahora ovocito, apenas ingresa uno y sólo uno ante los millones de espermatozoides que quedan afuera durante una relación fértil.
Naturalmente, sabíamos de traiciones. Pero nunca imaginamos que nos iba a tocar vivir de modo tan grosero a nuevos Judas atados a los intereses económicos de sus burocracias encolumnadas.
Ni hablar del gobierno central. Baste recordar como ejemplo que la Fundación «sin fines de lucro» de uno de los principales asesores del Presidente y su Ministro de Salud en materia de covid, el Dr. Pedro Cahn, ha recibido aportes de Planed Parenthood, la prototípica promotora internacional del aborto. Por ahí andan los verdaderos poderes mandantes.
Todo cierra, menos la representatividad en esta seudodemocracia manejada por la vicepresidente.
De eso se trata. Las modificaciones constitucionales nacidas del pacto de Olivos entre Menem y Alfonsín vienen a mostrar una vez más su inevitable resultado. Cuatro años y reelección para el Presidente en lugar de los viejos sabios seis sin reelección inmediata (es decir, fiesta electoral continua y poco tiempo para trabajar); tres por dos senadores, sus burocracias y comensales; exclusividad de los corruptos y corruptibles partidos políticos para presentar candidatos. En fin, falsa democracia sin representatividad honesta, centralismo absoluto, ausencia de República reemplazada por la autocracia de la manipulación en los tres poderes.
Venimos señalando esto desde décadas atrás (La República necesaria, La Prensa, 14/VI/1988). Pero hoy la falsa democracia matancera se ha hecho tan evidente que sólo cabe organizarse para dejarla de soportar. Por el bien de un pueblo noble que debe ser genuinamente representado.
Hugo Esteva.
Fuente: Diario La Prensa