A.F. se cierra el saco.
Felizmente, después de habernos provocado tanta vergüenza ajena, el Primer Mandatario ha llegado a un estado que le permite abrocharse el saco.
Felizmente, después de habernos provocado tanta vergüenza ajena, el Primer Mandatario ha llegado a un estado que le permite abrocharse el saco.
Desde Villa Mascardi, un mensaje para el Presidente.
El Presidente de la República se va tomando la costumbre de aprovechar los viajes internacionales para decir lo que no se anima a decir en nuestro país.
A esta altura es grande el riesgo de caer en la vulgaridad poniendo de manifiesto la vergüenza ajena que provoca oír a nuestras máximas autoridades en el común gran de sus expresiones. Desde las del balbuceante canciller hasta las contradicciones presidenciales, que opacan a un largo conjunto de ordinarios personajes encumbrados, son motivo de creciente sonrojo.
Gobernar (en principio, como lo indica la palabra misma desde su origen griego –kybernao–), señala a quien lleva el timón de la nave, a quien sabe a qué puerto quiere ir, al que puede aprovechar las corrientes de la mar, los vientos, propicios o contrarios, para arribar con bien a su destino.
La Psiquiatría llamada clásica distingue tres grandes tipos de condiciones patológicas: las neurosis, las personalidades psicopáticas y las psicosis. Todos tenemos, en grados diferentes, ciertos rasgos neuróticos que habitualmente hacen sufrir a quien los presenta y acercan por eso a la consulta terapéutica.
El 12 de septiembre, nadie perdió. Cristina lapidó al Presidente en una carta tan abierta, que accedió a ella aún el más desinformado. Al culparlo, se hizo ajena a toda derrota. De su Olimpo no se mueve.
I Farsa y drama. El título de esta nota es el de una antigua película cómica. Ahora le viene a medida a nuestra realidad. El drama asumió el nombre de la farsa. Aunque se teja de disparates que harían reír, de no ser todo tan triste.
Hace un año, en medio de la algarabía de sus simpatizantes, Alberto Fernández
se sentaba en el sillón de Rivadavia. Nadie podía imaginar entonces que, a las asignaturas
pendientes que arrastraba el país y a la desafortunada herencia recibida de la administración
anterior, el presidente pronto debería sumarle una preocupación de mayor calado: la pandemia.
El presidente de la República nos ha acostumbrado a oírlo desmentir a la tarde lo que mintió a la mañana. Siempre manteniéndose lejos de la verdad. Y, naturalmente, contagia a sus colaboradores, desde los ministros a los funcionarios, desde quien encabeza a los diputados hasta quienes gobiernan gran parte de las provincias.
Envianos tu E-mail para recibir periódicamente los artículos publicados.