Si a Cristina la «fusilaron», ¿con Nisman qué pasó?
Abundan los comentarios sobre la sentencia que condenó a la vicepresidente a seis años de prisión. Al menos por hoy, me propongo no saturar al lector con uno más.
Abundan los comentarios sobre la sentencia que condenó a la vicepresidente a seis años de prisión. Al menos por hoy, me propongo no saturar al lector con uno más.
Es frecuente que analistas políticos califiquen a nuestro gobierno -y a otros de la región- de izquierdistas. Con lo cual le confieren una pátina ideológica que no merecen.
En la canción infantil inglesa, los indiecitos que iban desapareciendo eran diez. Igual número era el de los personajes que, en la novela de Agatha Christie, encontraban trágico fin.
En los últimos tiempos, en éste y en otros continentes, han surgido figuras que irrumpen en la política presentándose como algo distinto – cuando no, contrario – a las estructuras partidarias.
Allá por 1945, la oposición a la dictadura de entonces – que encontraría su sucesor en Perón, hombre de sus filas – reclamaba la renuncia de Farrell, que la presidía, proponiendo y coreando el eslogan de: “La Corte al gobierno”.
Hace muchos artículos –es decir, largo tiempo atrás – sostuve que era un contrasentido que los políticos hablaran de sí como miembros de una clase: la “clase política”.
En 2015, el Papa Bergoglio nombró a Juan Grabois -piquetero K, a tiempo completo- consultor del Pontificio Consejo de Justicia y Paz.
El 12 de septiembre, nadie perdió. Cristina lapidó al Presidente en una carta tan abierta, que accedió a ella aún el más desinformado. Al culparlo, se hizo ajena a toda derrota. De su Olimpo no se mueve.
En estos días, los medios se han hecho eco tanto de una resolución dictada por la jueza federal de San Isidro, y ex esposa del fallecido fiscal Alberto Nisman, Sandra Arroyo Salgado, como de unas declaraciones que ella hizo pocos días después. Ambas nos provocan este breve comentario.
A Lucas lo mataron por una bicicleta. El mismo día, por robos nimios, asesinaron a Rodrigo y a Gonzalo. Si el título alude sólo a Lucas, es porque matar por una bicicleta subraya la tragedia. Como dicen las crónicas policiales, “ya no hay códigos”. Y resulta difícil saber si se mata para robar, o si el robo es sólo consecuencia de la sed por matar.
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