
Las raíces de un pueblo están en su historia.
Un árbol necesita una tierra donde echar raíces, un hijo necesita una familia donde nacer y crecer y de la cual recibe la Fe, la cultura y la educación como hombre.
Un árbol necesita una tierra donde echar raíces, un hijo necesita una familia donde nacer y crecer y de la cual recibe la Fe, la cultura y la educación como hombre.
Tal vez a algunos les sirva. Está escrito por una profesora de un instituto público, por eso su opinión es importante y hay que escucharla, con una acertadísima y lapidaria frase final.
Hace muchos años que se están cosechando los frutos de la imposición de una educación permisiva de cuño progresista, con su carga de facilismo, anomia y relativismo. Burros y amorales en cantidad es lo que pare la educación pública y también la educación privada, aún la de la escuelas y colegios religiosos, infiltrada por la prédica freudomarxista de sociólogos, psicólogos y educacionistas formados en la matriz de Flacso y de las universidades.
No sólo la marginación social de raíz económica, sino también la crisis del sistema educativo –crisis de medios y de fines- está en la base del auge de la delincuencia que nos azota. Mientras las izquierdas resaltan la primera como causa fundamental, no son muchos los que se animan a destacar el papel decisivo de la segunda.
Juan Carlos Montiel fue una figura señera y definitoria para Bella Vista. Ejemplo de educador su obra, el Colegio «Don Jaime», formó generaciones de jóvenes con una clara personalidad y fuerte sentido de pertenencia, en una educación integral de alta calidad en todos los campos, desde el espiritual al artístico y deportivo, como se comprueba hoy en sus egresados.
La insólita disculpa de un gobierno rápidamente caído en la descalificación ha hecho poco menos que vulgar referirse a los méritos. Haber opuesto “meritocracia” a “gobierno para los más débiles” es sencillamente un disparate. Pero un disparate con vericuetos y consecuencias, y por eso no es ocioso volver sobre él.
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