Cuando caigan los barbijos.
Mucho tiempo atrás, en épocas de inicial adolescencia, bailé una noche entera de Carnaval con una encantadora mascarita que de ninguna manera aceptó sacarse el antifaz. Al cabo -eran épocas de ilusión y de inocencia- aceptó que la acompañara desde el modesto club provinciano hasta las inmediaciones de su casa, pero no logré verle la cara.