Mentira.
Sólo ingenuos o cómplices pueden, a esta altura, sorprenderse del choque entre la hipocresía y la enfermedad psicopática que ocupan los dos primeros puestos del Poder Ejecutivo en nuestra patria.
Sólo ingenuos o cómplices pueden, a esta altura, sorprenderse del choque entre la hipocresía y la enfermedad psicopática que ocupan los dos primeros puestos del Poder Ejecutivo en nuestra patria.
I Farsa y drama. El título de esta nota es el de una antigua película cómica. Ahora le viene a medida a nuestra realidad. El drama asumió el nombre de la farsa. Aunque se teja de disparates que harían reír, de no ser todo tan triste.
Un 20 y 21 de junio, en aquella remota Buenos Aires donde apuntaban los primeros palacetes estilo chateau, con mansardas y reminiscencias más o menos versallescas, y en que el eterno femenino descubría cómo vestirse según las viarazas de la rue de la Paix, cayeron peleando bravamente unos millares de hombres, entre los del bando de adentro y los de afuera, en un escenario de “arrabales últimos” –Barracas, Puente Alsina, los Corrales- donde gente y caballos chapalearon el barro de aquel invierno naciente y lluvioso.
El término democracia y el sistema político que representa se han vuelto tabú para la cultura contemporánea promedio. Sin diferencia de matices, la enorme mayoría de los políticos, tanto aquí como en general en el extranjero, podría aceptar cualquier crítica, menos la de no ser democráticos.
Nuestra Constitución dispone en el artículo 75 inc. 20 que entre otras facultades: “Corresponde al Congreso: …conceder amnistías generales”. Tanto los indultos como las amnistías no pueden ser revisadas por el Poder Judicial ya que se trata de facultades privativas de los Poderes Ejecutivo y Legislativo respectivamente, destinadas a cumplir los fines establecidos en el Preámbulo: “constituir la unión nacional” y “consolidar la paz interior”.
No es necesario leer entre líneas. El presidente Fernandez dijo que Cristina y sus muchachos deben zafar de las causas penales que los involucran. Puesto en ese tren, es que ha exigido que la Corte diga “…como entiende las cosas. Que explique por qué hay gravedad institucional cuando se traslada a tres jueces desconocidos (sic) y no cuando hay procedimientos abiertos contra la vicepresidente, el gobernador…No tiene explicación. Esas son deudas pendientes. Y las vamos a ir, poco a poco, cumpliendo”.
Inglaterra edificó su sistema constitucional a partir de la Carta Magna 1215. Entre nosotros las Cartas Mensuales de la vice -no magnas, al menos aún- están barriendo con el nuestro. En la última, arremetió contra la Corte y contra cada uno de sus miembros. Ello, sin privarse de poco veladas críticas al Ejecutivo.
Un profundo afán por terminar con la vida por nacer difícilmente calificable sino dentro de lo patológicamente perverso hace que una vez más se discuta sobre el aborto libre entre nosotros. Ahora parece que va en serio porque es la convicción del Poder Ejecutivo la que promueve la polémica. Si haber puesto el asunto sobre la mesa legislativa fue hace un par de años maniobra oportunista o no, es lo de menos. Sólo permitirse elucubrar sobre matar inocentes es suficientemente grave como para no necesitar aditamentos. Pero volver sobre lo que se impidió según mecanismos legislativos normales implica una obsesión aviesa que manifiesta el Presidente Fernández con una convicción que, singularmente, escapa a su habitual hipocresía.
Una vez más, se encuentra en debate la cuestión de los derechos de exportación, mal llamados “retenciones”. Que alcanzan, hoy, niveles intolerables. El Estado – causante de nuestra decadencia, por administrar mal un país rico – encuentra en ellos un impuesto fácil de recaudar e imposible de eludir. Aunque así se castigue a quien realmente produce y genera divisas que la Argentina necesita.
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